Ingeniería genética
La Suzuki TL1000R fue, en su momento, una moto muy esperada. Evolucionada a partir de la TL1000S, la "R" prometía más potencia, más chasis, mejores suspensiones y frenos y mejor comportamiento deportivo. Sin embargo los de Hamamatsu sacaron del horno una moto dura de hacer entrar en curva y que pecaba de un exceso de peso enorme (sobre todo si pretendía competir con su contemporánea italiana, la Ducati 916).
Aún así la TLR ha tenido toda una legión de seguidores gracias a dos cosas; su estética "manga" y su portentoso motor, un bicilíndrico de 996cc que declaraba una potencia de 135 CV. Este motor se ganó la fama de ser potente y, al mismo tiempo dulce, al mismo tiempo que fiable. Por eso, si bien la moto en sí no tuvo la aceptación deseada, el motor TL (en versión "S" y "R") ha sido uno de los motores más apreciados por preparadores y creadores de máquinas exclusivas.
Desde Custom Fighters nos traen una creación "café racer" de los chicos de FOH Cycle Fab, un reconocido fabricante norteamericano de "streetfighters", la FOH Café. La base de esta pequeña Café no es otro que un motor TL R del 2002, enjaulado en un chasis Trellis fabricado especialmente para esta moto.
Llama la atención poderosamente el monobrazo procedente de una Triumph Daytona, al igual que la llanta trasera de 955 que ha sido ensanchada, pasando su garganta de 6 a 8,5", y ampliado su diámetro de 17 a 18". El amortiguador trasero es de R6, con muelle de CBR 900RR, y la horquilla delantera proviene de una Kawasaki ZX-14 con componentes internos de una Suzuki GSXR 1000. Por supuesto, la pipa de dirección, para conservar los diámetros, proviene también de la Kawasaki, convenientemente soldada al chasis tubular. La rueda delantera es de una ZX-6R y los discos de freno de la ZX-14. La R6 también "dona" el radiador. Más marcas han puesto su "granito de arena" en este "aparato", como Ducati o Harley. Además monta innumerables piezas de fabricantes de complementos, como las manetas ASV.
El escape artesanal corre a cuenta de Matching Tail Light, y las fibras (de carbono), asiento y decoración son trabajo de los artesanos de FOH.
Desde luego les ha quedado todo un "apaño", y más teniendo en cuenta la cantidad de ADN que se ha mezclado en ella. Esta macedonia de marcas es un claro ejemplo de que con gusto todo se puede "conjuntar". Pero vamos, queda claro que soltar los chicos de FOH en una chatarrería es peor que dejar a McGiver sólo en Leroy Merlin.
Aún así la TLR ha tenido toda una legión de seguidores gracias a dos cosas; su estética "manga" y su portentoso motor, un bicilíndrico de 996cc que declaraba una potencia de 135 CV. Este motor se ganó la fama de ser potente y, al mismo tiempo dulce, al mismo tiempo que fiable. Por eso, si bien la moto en sí no tuvo la aceptación deseada, el motor TL (en versión "S" y "R") ha sido uno de los motores más apreciados por preparadores y creadores de máquinas exclusivas.
Desde Custom Fighters nos traen una creación "café racer" de los chicos de FOH Cycle Fab, un reconocido fabricante norteamericano de "streetfighters", la FOH Café. La base de esta pequeña Café no es otro que un motor TL R del 2002, enjaulado en un chasis Trellis fabricado especialmente para esta moto.
Llama la atención poderosamente el monobrazo procedente de una Triumph Daytona, al igual que la llanta trasera de 955 que ha sido ensanchada, pasando su garganta de 6 a 8,5", y ampliado su diámetro de 17 a 18". El amortiguador trasero es de R6, con muelle de CBR 900RR, y la horquilla delantera proviene de una Kawasaki ZX-14 con componentes internos de una Suzuki GSXR 1000. Por supuesto, la pipa de dirección, para conservar los diámetros, proviene también de la Kawasaki, convenientemente soldada al chasis tubular. La rueda delantera es de una ZX-6R y los discos de freno de la ZX-14. La R6 también "dona" el radiador. Más marcas han puesto su "granito de arena" en este "aparato", como Ducati o Harley. Además monta innumerables piezas de fabricantes de complementos, como las manetas ASV.
El escape artesanal corre a cuenta de Matching Tail Light, y las fibras (de carbono), asiento y decoración son trabajo de los artesanos de FOH.
Desde luego les ha quedado todo un "apaño", y más teniendo en cuenta la cantidad de ADN que se ha mezclado en ella. Esta macedonia de marcas es un claro ejemplo de que con gusto todo se puede "conjuntar". Pero vamos, queda claro que soltar los chicos de FOH en una chatarrería es peor que dejar a McGiver sólo en Leroy Merlin.
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